jueves, 7 de agosto de 2014

                LA SERRANA DE LAVERA

Allá en Garganta la Olla
siete leguas de Plasencia,
habitaba una serrana
alta, rubia y sandunguera.
Con vara y media de pecho,
cuarta y media de muñeca,
con una trenza de pelo
que a los zancajos le llega.
La serrana es cazadora,
la cintura lleva llena
de perdices y conejos,
de tórtolas y aligüeñas.
Cuando tiene gana de agua
se baja hasta la ribera,
cuando tiene gana de hombres
se sube a las altas peñas.
Vio venir un serranillo
con una carga de leña,
lo ha agarrado de la mano
y a la cueva se lo lleva.
No lo lleva por caminos,
ni tampoco por veredas,
lo lleva por altos montes,
por donde nadie lo vea.
Ya llegaron a la cueva,
trataron de hacer la lumbre
con huesos y calaveras,
de los hombres que ha matado
aquella terrible fiera.
Bebe, serranillo, bebe,
agua de esa calavera,
que puede ser que algún día
otros de la tuya beban.
Hicieron una buena y rica cena
de perdices y conejos,
de tórtolas y alagüeñas.
Cuando fueron a acostarse
le mando cerrar la puerta,
y el serrano muy astuto
la ha quedado medio abierta.
Ya que la sintió dormida
se marchó para su tierra,
legua y media lleva anda
sin atrás volver cabeza.
A las tres ya la volvió
como si no la volviera;
vio venir a la serrana
gritando como una fiera.
Con una china en su honda
que pesaba arroba y media,
se la tiró y con el aire
le ha tirado la montera.
Vuelve serranillo, vuelve,
vuelve atrás por la montera,
que es de paño rico y fino
y no es razón que se pierda.
Si, es de paño rico y fino
así se estila en mi tierra,
mis padres me compran otra
y si no me estoy sin ella.
Por Dios te pido, serrano,
que no descubras mi cueva,
que puede ser que algún día
otra vez vuelvas por ella.

ANONIMO